La DGT hace tiempo que le daba vueltas al tema de ubicar radares fijos en las carreteras secundarias. Estos radares planteaban dos problemas: electricidad y posible vandalismo. Es decir, el coste de hacer llegar electricidad para su funcionamiento a una carretera apartada es muy alto y la propia naturaleza de estas carreteras con bajo tráfico hacia demasiado fácil que se pudieran romper o anular el funcionamiento de los radares. Recuerdo que habían estado haciendo pruebas con un radar que funcionaba a gas (algo así como la bombona de butano), pero no volvió a aparecer el tema.
Las carreteras secundarias son especialmente sensibles al tema de los radares. De entrada, por los bajos límites de velocidad que hay en estas vías, donde son normales tramos señalizadas a 30 o 40 km/h. O largas rectas en las que la limitación genérica de la vía es escasa. Y especialmente, algo cada vez más frecuente que son las carreteras locales arregladas como carreteras nacionales, pero que siguen teniendo las calificación de velocidad de carretera secundaria y cuentan con un límite genérico absolutamente inapropiado. Todo ello son situaciones relativamente frecuentes, y que los radares móviles ya se encargan de aprovechar al seleccionar sus ubicaciones. Pere Navarro habló de estos temas en un desayuno informativo del Foro de la Nueva Sociedad organizado Nueva Economía Fórum (una organización dedicada a organizar debates) la semana pasada, .
El Director de la DGT descartaba los radares en las carreteras secundarias ya que no hay frecuencia de tráfico suficiente para justificar la inversión. Así de claro. Yo soy un poco iluso y pensaba que lo que motivaba a la DGT era la labor preventiva de accidentes, y por tanto, la accidentalidad de los tramos era lo que justificaba o no la presencia de un radar fijo. Pues no. Pere Navarro explicaba que los radares fijos son rentables en vías principales con una densidad circulatoria por encima de los 6.000 vehículos. Así de claro. En otras palabras nos estaba diciendo que un radar se justifica por la recaudación que consigue.
Bueno, la verdad es que lo intuía, pero nunca se lo había escuchado tan abiertamente al Director de la DGT. ¿Negará ahora que los radares fijos son meramente recaudatorios?. Además, en ese desayuno informativo se explayó sobre otros temas, explicando que están dándole vueltas al número óptimo (¿bajo criterios de rentabilidad o de eficacia preventiva?) de radares para la Red de Carreteras Españolas, que parece que será alrededor de unos 2.000 radares fijos. Hasta llegar a ese número, el crecimiento anual seria de unos 150 o 200 radares fijos.
Como era esperable, se mostró contrario al aumento del límite de velocidad en las autopistas españolas a pesar de que en muchos países europeos este límite es de 130 km/h. Claro, él se fijo en sus comparaciones en Gran Bretaña, donde es algo más bajo que en España (unos 111-112 km/h). En fin, pocos cambios en su postura, recalcando que la única manera de disciplinar la velocidad son los radares. Este señor parece no haber oído hablar de la educación vial, la responsabilidad, la concienciación,... O quizás es que no confía demasiado en estos temas.
Volvió a atribuirse todo el merito de la reducción de la siniestralidad en España. Un merito que, en mi opinión, es colectivo ya que es el resultado de múltiples factores como la incorporación generalizada de los elementos de seguridad pasiva en los vehículos, la mejora de las carreteras, la concienciación de los conductores y también, lógicamente, las políticas de la DGT. Pero Pere Navarro se olvida de todo lo demás y atribuye siempre todos los méritos a su departamento.
Reconoció que España tiene un problema con el alcohol, con más de 100.000 alcoholemias positivas al año. También dio pistas de por donde pueden ir algunas de las próximas campañas de la DGT al comentar el tema de los accidentes en los desplazamientos de casa al trabajo. Y se negó rotundamente a compartir el pastel de las multas con las víctimas de tráfico, una idea que ha ido apareciendo en diferentes entornos y que tiene una gran lógica. De eso, ni hablar.
En fin, pocas cosas nuevas de la conferencia de Pere Navarro. Como me gusta ser optimista, me quedo con la noticia de que no se implantarán los radares fijos en las carreteras secundarias, un tema de importancia para los moteros. Y también con el hecho de que se quitara definitivamente la máscara y hablase abiertamente de la rentabilidad recaudatoria de los radares.
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