¿Y si nos apuntamos a las carreras? Esta frase, dicha como la archifamosa frase ¿A que no hay huevos? Es tan peligrosa como dejar a un político que dirija un país con mayoría absoluta. Aunque los resultados de la primera frase siempre son mucho menos peligrosos que los del político con “barra libre”. Algo así se le ocurrió a un buen amigo hace unos años, vamos a ver si soy capaz de contaros ordenadamente cómo fue aquella aventura.
Volviendo la vista atrás resulta fácil decir que aquel proyecto estaba abocado al fracaso, o casi que con aquellos medios la cosa parecía imposible que llegara a buen puerto. Porque conociendo a los implicados (sobre todo a uno de ellos) el presupuesto no es que fuese cero, pero la cifra final invertida rondaba muy cerca de esa cifra. Lo primero era elegir dónde se metían aquellos cuatro aficionados, casi sin presupuesto y con tantas ganas como un recién casado. La respuesta apareció en forma de unas series para motos clásicas que se celebraban en un circuito a menos de 100 km de casa.
La montura sería una vetusta.... (espera, que tanta concreción lo mismo no es buena), pongamos que la montura sería una vetusta moto con dos cilindros. El donante nunca llegó a saber que su moto iba a acabar rodando en circuito, ni mucho menos se imaginó que el motor pasaría por una dieta de adelgazamiento que ríase usted de las modelos de la talla 34. Claro que tanta delgadez no es buena ni para una modelo ni para una moto, aunque esto sea adelantar acontecimientos.
No es que la moto llegase sin probar, que si que se probó en lo más básico. El principal problema es que las prestaciones eran tan escasas que a pesar de cubicar 1000 cc las 250 de GP la adelantaban hasta dos veces en cada tres vueltas. Para desesperación de los pilotos más rápidos del grupo había otro piloto que se tomó lo de pasárselo bien al pie de la letra. Esto significó que en algunas vueltas rodase a 20 segundos del tiempo más rápido del equipo y en otras el cronómetro se paraba hasta un minuto más tarde. Pero él se lo pasaba bien (o eso nos dijo al bajarse).
El resultado fue que se acabaron también las seis horas de la segunda carrera, pero la moto se había transformado en un “hierro inconducible” en palabras de uno de los pilotos rápidos del equipo. Al recortar el chasis la geometría del basculante se volvió tan radical que hacía tope en la suspensión. Algo grave, pero no tan grave como que el motor, al recortarse al máximo los cárteres, empezaron a salir fugas del circuito de aceite, aceite que iba a parar al mono del piloto de turno y a la rueda trasera de la moto. Menudo invento.
En toda historia siempre hay dos puntos de vista, aunque en esta los dos llegaron al mismo final por diferentes caminos. El piloto lento llegó más rápido a dejar las carreras mientras que los rápidos también abandonaron tras algo más de tiempo y unas cuantas carreras. Pero todos tienen claro que para divertirse en esto de las carreras no hace falta mucho. ¿O quizá si?
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