En moto por el Oeste Norteamericano (12): continuando en la ruta 66

A la salida de Kingman se encuentra uno de los tramos más bonitos de la Ruta 66: ¡hasta hay curvas!. La carretera serpentea solitaria entre unas montañas en un bonito atardecer. El asfalto está algo bacheado, pero el placer de trazar unas curvas lo compensa.

No hay nadie. Durante un buen montón de kilómetros parece que estamos en una película del oeste. Claro, estamos en Arizona. Y de repente, aparece un pueblo del oeste. Oatman. Con su calle polvorienta, su salón de puertas partidas, su tienda de cachivaches,... Trasladados al viejo oeste americano. La verdad es que era bonito y sugerente pasear por Oatman, ¡hasta encontramos una diligencia abandonada en un jardín abandonado!.

Antes de que oscureciera, emprendemos de nuevo la marcha para llegar al puente de Topock, la frontera con California. Nos perdimos un buen rato intentando evitar la autopista y buscando los restos de la Ruta 66. Pero nada, no había manera de cruzar ni de encontrar un camino alternativo: todos quedaban cortados.

Pero la sorpresa fue encontrarnos con el bar del pirata junto al lago . Vale que habíamos entrado a California, pero uno no se espera encontrarse en la misma frontera una playa de arena en un lago con música de los beach boys, camareras en bikini, un hidroavión, las sombrillas y las palmeras. Del árido desierto a una playa californiana en un abrir y cerrar de ojos. ¡Bienvenidos a California!

Aunque la bienvenida no fue completa al no poder quedarnos a dormir en las cabañas del lago y tener que seguir unos kilómetros de autopista a Needles, a donde llegamos de noche.Un motel, restaurante de carretera para cenar y fin de día.

Ficha de ruta día 8: viernes 2 de abril de 2010

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Itinerario: Ruta 66 – Williams – Ask Fork – Seligman – Peach Springs – Hackberry – KingmanOatman – Topock – Needles

Distancia recorrida: 253 millas (407 Kilómetros)

Distancia acumulada: 1.552 millas (2.502 Kilómetros)

Al día siguiente, el sábado, volvemos a la ruta 66, que va serpenteando con la autopista 40. Ahora por la derecha, ahora por la izquierda. Cada vez que la carretera se aleja de la autopista, nos encontramos en pleno desierto, pero eso sí, siempre acompañados por la vía del tren.

Durante el día nos acompaña permanentemente la vía del tren, que tiene un tráfico increíble de largos (pero realmente muy largos, apostaría que pasan del kilómetro…) trenes de mercancías que pasan con una gran frecuencia: amortizan bien la vía estos norteamericanos. Además, los trenes cargan los containers de mercancias de dos en dos y están tirados por convoyes de cuatro o cinco máquinas tractoras. Uauh!, realmente son espectaculares los trenes, aunque no sé de que me sorprendo: son talla XXXXL, como casi todo en este país.

Paramos en una gasolinera a repostar que estaba literalmente en medio de la nada. De hecho, antes y después se encontraban muchas gasolineras y moteles abandonados. Esta es la única que funciona en muchas millas a la redonda y lo tienen muy claro. Junto a la caja, en el momento de pagar, hay un cartelito que dice algo parecido (incluso más radical en el lenguaje): “Ya sabemos que aquí la gasolina es cara. Usted es libre de comprarla o no, pero no se queje a nuestros empleados. Puede imaginar lo que cuesta mantener en marcha esta gasolinera en medio del desierto. Disfrútela o márchese, pero no se queje”.

Tras pasar Ludlow, la ruta 66 circula paralela a la vista de la autopista 40. Con la diferencia de que el asfalto de la 66 está completamente degradado y bacheado. La verdad es que me sentía un poco idiota dando botes con la Harley al lado de una preciosa autopista. Pero bueno, todo sea por la autenticidad del viaje…

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