MotoGP está en crisis. Y no es una situación coyuntural derivada de un par de factores de mala suerte, sino una crisis estructural que ataca hasta los cimientos del mundial. El inicio de la campaña europea no ha sido nada bueno, con audiencias muy mejorable y una venta de entradas en circuitos que roza lo deprimente.
El aficionado no está contento con la sobredosis de aerodinámica que tienen las motos, que han convertido MotoGP en la Fórmula 1 de principios de los 2000. Además, en época de austeridad económica, cada vez menos gente pasa por el aro de la televisión de pago. MotoGP corre el riesgo de que en pleno cambio generacional de pilotos los nuevos no generen afición.
La Fórmula 1 reventó Montmeló, pero a MotoGP fue menos de la mitad de gente
El Gran Premio de Italia encendió todas las alarmas en MotoGP. 43.661 personas vieron las carreras el domingo en el circuito de Mugello, una cifra paupérrima comparada con el ambiente habitual en el mítico trazado italiano. Sin ir más lejos, en 2019, antes de la pandemia, entraron más de 83.000, casi el doble.
Es una tendencia que se ha venido repitiendo durante casi todas las carreras europeas. En Portimao la venta de entradas ya fue regulera, pero MotoGP confiaba en dar el gran pelotazo en Jerez, donde llevábamos dos años sin una carrera con público. La gran catedral española de las motos no podía fallar, pero falló: 58.000 espectadores, por los 75.000 de 2019.
Le Mans mitigó un poco el declive. Es el único circuito europeo en el que los datos han subido respecto a 2019, y la razón tiene nombre propio: Fabio Quartararo. Con el vigente campeón del mundo de MotoGP siendo un piloto local, la venta de entradas en el circuito Bugatti subió de 104.000 en 2019 a 110.000 en 2022.
MotoGP creía haber mitigado el golpe con los datos de Le Mans, pero Mugello y Montmeló han sido la bofetada definitiva. En Barcelona han entrado en torno a 60.000 aficionados el día de la carrera, mientras que dos semanas antes, para el Gran Premio de España de Fórmula 1, se colgó el cartel de 'no hay entradas' y hubo que poner gradas supletorias. 140.000 almas vieron la victoria de Max Verstappen en Montmeló.
El pinchazo de Mugello se atribuía a que era el primer Gran Premio de Italia sin Valentino Rossi y a un puñado de burdas excusas más: que si cerca había un concierto, que si el Gran Premio de Mónaco de Fórmula 1 y que si la abuela fuma. Lo cierto es que una entrada para ver la carrera costaba 150 euros. Abusivo.
Cuando se supo que Marc Márquez se iba a bajar de la Honda antes del Gran Premio de Cataluña, su carrera de casa y en la que su sola presencia te asegura una taquilla al menos decente, los grupos de Facebook comenzaron a arder. Las pocas entradas que ya se habían vendido ahora se malrevendían.
Las audiencias en televisión empezaron bien, pero se han desplomado... salvo en abierto
No está siendo únicamente un problema de asistencia al circuito. También las audiencias por televisión están sufriendo dentro de la travesía por el desierto que está siendo la aventura de pago. MotoGP no le están saliendo muy rentables los 12,5 millones de euros por temporada que percibe de DAZN por los cuatro años que el operador lleva emitiendo el mundial.
La temporada no empezó nada mal, con 407.000 espectadores en el Gran Premio de Catar, lo que dobló las cifras del año anterior. Recordemos que Marc Márquez no corrió la carrera de 2021, pero sí la de 2022. Sin embargo, da la sensación de que conforme la afición se ha ido dando cuenta de que Márquez tampoco iba a ganar este mundial, ha ido apagando la tele.
En Mugello la audiencia de MotoGP en el canal de DAZN en Movistar Plus+ fue de 222.000 espectadores, por los 345.000 que vieron la misma carrera el año pasado. Las cifras de Barcelona-Catalunya, ya sin Márquez en pista, se espera que sean aún más bajas. En solo tres meses, MotoGP ha pasado de doblar sus datos de audiencia a rebajarlos casi a la mitad.
En el top 30 de los contenidos más vistos en la televisión de pago durante el mes de mayo en España hay mucho fútbol, bastante tenis y hasta tres Grandes Premios de Fórmula 1, pero ni un solo contenido de MotoGP. El fracaso de las audiencias en el pago contrasta frontalmente con lo que pasa en abierto.
El Gran Premio de España en Jerez se pudo ver en directo a través de RTVE y el resultado fue de 1.164.000 espectadores y un 16,6% de share. Lo más visto de la mañana del domingo. El mismo evento lo siguieron por las plataformas de pago 195.000 personas y por el canal de Twitch de TheGrefg, 36.500. Mucha gente que podía verlo de pago lo vio en abierto.
Por eso, no es de extrañar que Dorna se esté planteando seriamente la opción de volver al abierto. El contrato que liga a MotoGP con DAZN concluye a finales de 2022, y parece difícil que la plataforma vaya a aceptar renovarlo en los mismos términos. Tampoco está claro que sea lo más conveniente para MotoGP.
En este punto hay que tener algo en cuenta. Volver al abierto significa recuperar al aficionado que no es un loco de las motos, pero disfruta del deporte en general. Probablemente, sin mucho esfuerzo se pasaría de audiencias medias en torno a los 300.000 espectadores al millón y medio fijo para empezar.
Dorna sustenta con ayudas económicas a todos los equipos privados de MotoGP, así como a los de Moto2 y Moto3. Si la audiencia de las motos se dispara, estos equipos podrán pedir más a sus patrocinadores y Dorna podrá reducir, o incluso suprimir, su sustento económico. Todo dependerá de la vil moneda.
La TV de pago y la aerodinámica impiden encontrar nuevos héroes
El gran riesgo que corre MotoGP es que nadie sea fan de los nuevos pilotos. Estamos en una inevitable época de cambio generacional. Dani Pedrosa, Valentino Rossi y Jorge Lorenzo se han retirado, y a eso se suma el viacrucis de lesiones de Marc Márquez, cuyo futuro no está nada claro. Hasta Andrea Dovizioso está más fuera que dentro.
Los grandes héroes del pasado se acaban y llegan otros nuevos, es el inevitable ciclo de la vida y, por extensión de MotoGP. Sin embargo, a día de hoy se sigue debatiendo más sobre aquellos pilotos a los que la gente pudo ver en la televisión en abierto. Para alguien que no sea un incondicional de las motos, los nombres de Joan Mir o Pecco Bagnaia suenan a chino.
No es demérito de ellos, lo es de MotoGP. La nueva generación de pilotos está creciendo sin fans porque nadie les puede ver en la tele, con contadas excepciones. Probablemente, Fabio Quartararo es el único piloto de la actual generación que está teniendo una legión de seguidores detrás, y se debe principalmente a que es de un país sin tradición ganadora.
En España, el futuro se llama Pedro Acosta, y un dato lo demuestra. La sesión de clasificación de Moto2 del Gran Premio de Francia, en la que Pedro Acosta logró su primer pole en la categoría, congregó delante de la tele a 110.000 personas. La audiencia de la clasificación de MotoGP fue de solo 105.000.
Si la televisión de pago no ayuda a que los nuevos pilotos, tampoco lo hace que las carreras sean cada vez más aburridas. Mientras que el mundial de Superbikes es un delirio de adelantamientos por la victoria, en MotoGP tan solo hemos visto un duelo en las últimas 27 carreras. La importancia del piloto está en mínimos absolutos.
El incremento de la aerodinámica en las motos está provocando que empiece a ser muy difícil que las motos se sigan entre ellas, un efecto muy parecido al que ha padecido la Fórmula 1 durante tantos años. Es más, están empezando a haber caídas por las turbulencias que genera la moto de delante. Le pasó a Mir en Le Mans y a Enea Bastianini en Mugello.
Algunas marcas como KTM empiezan a estar hartas de una carrera armamentística aerodinámica que provoca trenecitos insufribles como el de Jerez, y que también da pie a que los resultados cada vez respondan más al rendimiento de la moto que al del piloto. Mal asunto si se quiere generar afición.
El abuso de Ducati empieza a ser intolerable. Que tengan la mejor moto, que además vuela a una vuelta, es lícito, pero el hecho de que puedan poner ocho monturas en pista, mientras hay marcas que querrían tener cuatro y no pueden, desequilibra la competición. Y crea injusticias como la de Mugello, donde Quartararo dio un recital pero se topó con el muro Ducati.
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