Ayer fue un día extraño. Por circunstancias logísticas no me desplacé en moto. Me subí a un taxi para ir a trabajar, y como el casco en la mano delataba mi condición de motorista, el taxista en lugar de darme los buenos días me suelta de entrada: “Por fin, el Ayuntamiento se va a dedicar a cazar a las motos, que todas hacen lo que le da la gana”. Yo andaba todavía sorprendido por el comentario del taxista, cuando en la radio dan una noticia con unas palabras no muy diferentes a las del taxista: “El Ayuntamiento de Barcelona está empezando a instalar unas cámaras de alta resolución en los semáforos para poder cazar a las motos”. Y luego continuaba explicando las virtudes del sistema con el que se esperaba poner en cintura a las “maleducadas motos”. Queda claro que el locutor no nos tenía en alta estima a quienes circulamos en moto.
Cuando llegué a mi oficina, recogí en recepción el diario gratuito de turno que insistía de nuevo en la caza de motoristas en los semáforos de la ciudad. ¡Vaya con la afición cinegética que hay esta mañana!. Más tarde, compré El Periódico en un quiosco y un artículo me golpea de nuevo: “Las cámaras de tráfico mejoran su calidad para cazar a las motos”. A ver, tanta afición a la caza de motos no puede ser una casualidad: O fue ese el énfasis de la comunicación desde el Ayuntamiento o desde una gran parte de la ciudadanía (y medios de comunicación) se nos tiene muchas ganas a los motoristas.
De entrada, el hecho de que las cámaras de control semafórico sean capaces de detectar a las motos que se salten un semáforo me parece lógico. Los semáforos son el centro del tráfico urbano y se han de respetar por todos los vehículos en circulación. Hasta ahí, me parece una iniciativa lógica. Lo que ya no me parece tan lógico es el ensañamiento en las motos en los titulares y comentarios.
Las siete nuevas cámaras (que tienen un coste de más de 250.000 euros) tendrán la capacidad de identificar tanto las matrículas de las motocicletas como las de las ciclomotores, cosa que no pasaba con las cámaras instaladas actualmente. Además, disponen de visión diurna y nocturna gracias a un sistema de infrarrojos. De momento, la cámara piloto con la que se hace las pruebas está en el cruce de Passeig de Gràcia con Aragó, uno de los cruces más complicados de la ciudad. Cuando el sistema esté comprobado se instalarán las otras seis cámaras que rotarán en una veintena de emplazamientos. Al finalizar estas instalaciones, Barcelona contará con 17 cámaras de control semafórico que rotarán entre 50 emplazamientos alternativos. La elección de los emplazamientos se realiza de acuerdo con el RACC, en función de su peligrosidad.
En los artículos se señala que las cámaras automatizadas, además de controlar que no se salten los semáforos, servirán para controlar el “zigzagueo” entre los carriles (la verdad es que se me antoja complicado que lo controle una cámara automáticamente) y denunciar la circulación de las motos por los carriles bus. Este es un hecho especialmente controvertido por qué la policía local en los últimos años generalmente era tolerante con la circulación con el carril bus, una histórica demanda del colectivo motero en la ciudad. Las cámaras no saben de tolerancia, por lo que habrá que intensificar el esfuerzo para conseguir el uso compartido de los carriles bus, una medida de coste cero que redunda en la seguridad del tráfico. Cuanta diferencia de lo que explicábamos hace unos semanas que sucedía en Londres.
Eso sí, las declaraciones del Alcalde de la ciudad enfatizan el Ayuntamiento no tiene ningún tipo de fines recaudatorios con estas nuevas cámaras. Entonces, habrá que sonreir a cámara…
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