Cuando vemos humo blanco saliendo de una moto normalmente nos imaginamos una avería grave en el motor. Olvida eso, al menos en este caso, porque lo que tienes ante tus ojos es lo que queda de una Suzuki Hayabusa que pretende batir un récord: el de la moto impulsada por vapor de agua más rápida del mundo.
De la motocicleta original queda bastante poco. Aunque es difícilmente reconocible y se parece a cualquier otra Hayabusa preparada para carreras de aceleración, esta máquina sólo mantiene las líneas generales del carenado, el chasis, las ruedas y el tren delantero.
Objetivo: los 200 km/h con una moto de vapor
La sorpresa se encuentra bajo ese profuso carenado aerodinámico. Un complejísimo sistema ha sustituido al tradicional motor de cuatro cilindros, y las primeras pistas las encontramos bajo un colín que esconde dos depósitos: uno de agua y otro de parafina. Es una moto a vapor, y no una cualquiera: es una moto a vapor de récord.
El artífice, constructor y piloto de esta bestia mecánica que conjuga la maquinaria de la Primera Revolución Industrial con la tecnología más moderna es Chris Wedgwood, expiloto del Tourist Trophy de la Isla de Man por cuya sangre corre la velocidad. El único apoyo con el que cuenta es con Keltruck, el mayor distribuidor independiende de Scania en Europa (Wedgwood tiene una empresa que recurre habitualmente a los camiones suecos) y el Museo del Motor de la Isla de Man.
Su objetivo es superar las 120 mph (193,12 km/h). Parece una meta modesta pero más complicada de lo que cabría esperar tratándose de esta tecnología en desuso. El récord actual está establecido por Bill Barnes en 80 mph (128,75 km/h) desde 2014.
El funcionamiento en principio es sencillo; tan sencillo como eran las máquinas de vapor de los siglos XVIII y XIX, más o menos... Un quemador de parafina calienta un generador de vapor de forma circular dentro del que hay una resistencia de cobre a través de la cual circula el agua. Este agua se evapora, y para mantener a raya la temperatura del quemador se inyecta aire fresco entre dicho quemador y la conducción de cobre.
El resultado es un vapor que sale a unos 510ºC que se canaliza hasta un motor bicilíndrico en uve, pero no uno como el que conoces habitualmente, sino un Bower & Bell cuyo diseño original se pensó para mover un autobús. Este motor está anclado directamente en el basculante y la fuerza originada en los pistones con el vapor se transmite a la rueda trasera a través de una cadena. Carece de caja de cambios y su ratio es de 1:1.
En realidad el funcionamiento de esta máquina es mucho más complejo que esta explicación abreviada. Hay infinidad de conducciones, válvulas, sensores y bombas auxiliares que inyectan parafina, aire o agua para que todo funcione correctamente. El apartado electrónico es sumamente complejo con al menos cinco ordenadores controlando los parámetros a cada momento.
Por contra no hay embrague ni punto muerto. El acelerador es un mando que regula cuánto vapor se traspasa al motor, lo que quiere decir que no se puede revolucionar la moto en parado o se movería. El cierre completo de las válvulas para tener la moto parada se realiza a través de uno de los ordenadores y los múltiples botones y pantallas del cuadro de mandos.
El producto final es una moto con un sonido similar al de un bicilíndrico pero sin el rugido de la admisión y un nivel de decibelios muy inferior que convierten a esta humeante Hayabusa en una moto digna de exposición.
Durante el primer test que han realizado en pista en un aeródromo británico, Wedgwood ha logrado alcanzar 77 mph (124 km/h), quedándose bastante cerca del récord actual. A partir de ahora el equipo correrá las Straightliners World Record Weekends (17 de abril, 19 y 20 de mayo, 17 de julio, 15 y 16 de septiembre y 16 de octubre), en los que Wedgwood ha confesado que cualquier cosa por encima de 100 mph (160,93 km/h) para ellos será un éxito.