En Moto22 vamos a hacer un pequeño repaso de Bimota, esa marca italiana que en parte es una de las grandes desconocidas para el gran público. He tenido la oportunidad de probar su último modelo, la superbike DB7 en el Circuito de Albacete, y desde aquí os voy a contar todo lo que allí pude experimentar.
Cuando supe que en breve tendría la oportunidad de probar en circuito la gama Bimota algo extraño comenzó a suceder en mi corazón, algo así como si hubiese comenzado a funcionar de forma desmodrómica. Fue entonces cuando me puse manos a la obra y decidí documentarme sobre esta marca italiana de la que, aunque sabía que era una muy especial y exclusiva, no tenía demasiada información.
Buscando me entero de que Bimota nace en la región italiana de la Emilia Romagna, una tierra conocida como la “terra dei motori” dónde los automóviles y motocicletas deportivos surgen como salidos de la tierra. Bimota comenzó a producir sus motos deportivas en 1970, siempre marcadas por las mismas líneas maestras: estilo vanguardista, soluciones innovadoras, unos chasis de lo más avanzado y mucha artesanía.
Bimota no fabrica motores, y por eso los adquiere a los principales fabricantes mundiales. A lo largo de los años sus motos han montado propulsores Ducati, Suzuki, Yamaha, Honda y Kawasaki, aunque su gama de modelos actuales equipa solo motores Ducati.
La mayoría de sus motos fueron concebidas inicialmente como motos de carreras en las que se combinaban los potentes motores con sus chasis tubulares artesanales y los componentes mecánicos más avanzados, creando así algunos de los cócteles más envidiados del mundo de la motocicleta. La historia de la marca tiene escritos nombres de pilotos como Johnny Cecotto, Stefan Mertens, Giancarlo Falapa o Randy Mamola se han puesto a los mandos de motos Bimota para volar a sus mandos.
Mañana os contaremos el encuentro con la la DB7