En Bezannes, un pequeño pueblo francés de poco más de mil habitantes, un vecino estaba harto de que los coches y motos pasaran a toda pastilla continuamente por su calle. ¿Su solución? No protestas, no quejas al ayuntamiento… Directamente se fabricó su propio radar. Algo ilegal, claro.
Con un tubo de PVC pintado con las características franjas amarillas y negras de los radares urbanos franceses, este ciudadano creó un "control de velocidad" tan convincente que los motoristas empezaron a levantar el puño del gas. El éxito fue tal que hasta el alcalde, Dominique Potar, le aplaudió la jugada.
De radar falso a radar oficial puesto por el ayuntamiento
Pero no todo el mundo estaba contento con la iniciativa de este enfadado vecino. Hace unas semanas, algún conductor cabreado decidió derribar el radar falso, seguramente indignado por haber caído en la trampa y haberse llevado un susto... Sin llevárselo, porque ni siquiera es un radar de los de verdad.
La historia no terminó ahí: lejos de desmantelarlo, el propio ayuntamiento decidió reforzarlo, asegurándolo a una farola con una banda metálica porque vieron que era efectivo. Aunque no funcionara, servía de cebo para hacer que todos frenasen en la calle residencial
“La seguridad de los ciudadanos es lo primero”, explicó el alcalde al diario Le Parisien, reconociendo que la falsa cámara estaba logrando lo que las normas de tráfico muchas veces no consiguen: que la gente respete los límites de velocidad.
Tanto es así que el consistorio galo ha ido un paso más allá y ha instalado un radar pedagógico real para medir el impacto de la iniciativa y ver si puede aplicarse en otras calles problemáticas.
Eso sí, aunque la idea ha sido un éxito, hay un pequeño detalle legal: colocar un radar falso en la vía pública no es precisamente legal. Aun así, en el ayuntamiento han decidido hacer la vista gorda. Al fin y al cabo, el objetivo se ha cumplido: menos velocidad, más seguridad y, lo mejor de todo, sin gastar apenas dinero público.