Lo primero: eterno no es necesariamente malo. Si Sete está desempeñando una labor en la parrilla, y esa labor es positiva entonces eterno significa eso, incombustible. Y es hasta admirable. Si con su presencia en la parrilla no bloquea el acceso de alguien más joven y con proyección, entonces no hay nada que decir. Que valga como una especie de declaración de intenciones, siempre me he metido con Sete más por frustración (me hubiera gustado que su línea ascendente no se truncase) que por mala baba.
A la vista de los resultados de las dos primeras carreras, podemos decir que una de cal y otra de arena. En Qatar un décimo tercer puesto dejó un buen sabor de boca, los primeros puntos de la temporada en la toma de contacto, la prueba de fuego que supone dejar la pretemporada y saltar a la arena para darlo todo. Creo que podemos decir que muy bien, yo no me esperaba una carrera así.
Por lo que respecta a Motegi, la carrera terminó diez vueltas antes que para los demás debido a una caída, la primera. Para mi, un golpe de realidad y también el haber tentado el límite y haberlo superado. Eso indica que Sete sí, está aquí para divertirse, pero no está para ir de paseo. Creo que eso indica que le ha vuelto la garra y el afán de hacerlo bien más que que se le haya olvidado pilotar deprisa.
Sete tiene 36 años, es una edad bastante respetable y el mero hecho de liarse la manta a la cabeza y ponerse a los mandos de una MotoGP es algo bastante encomiable. Ahora mismo no me creo que sea cuestión de pasta, ni de ser una vieja gloria que se resiste a retirarse, pero reconozco que lo más lógico es pensar esto último.
No se qué pensar, apenas dos grandes premios con resultados diversos no sirven para sacar conclusiones, pero al menos de momento no veo rastro de aquélla pena y aquél afán de quitar hierro a los asuntos que vi en su etapa anterior. Creo que no me equivocaré demasiado si digo que veremos a Sete entre los diez primeros en el próximo Gran Premio de Jerez, este mismo fin de semana.