No hay piedad en la guerra, ni siquiera en las guerras comerciales. Lejos de calmar los ánimos, Donald Trump ha puesto un nuevo capítulo en su particular lucha contra Harley-Davidson, marca con la que hasta hace bien poco guardaba una estrecha relación como símbolo del espíritu 100% americano que tanto le gusta al Presidente de los Estados Unidos.
Ahora, tras las decisiones de Harley-Davidson de salvaguardar su viabilidad económica planteándose la deslocalización forzada por las decisiones del Presidente, Trump ha cargado nuevamente contra la firma llamando directamente al boicot.
Trump y los harlistas se sientes traicionados
El pasado 12 de agosto concluyó el multitudinario Sturgis Motorcycle Rally que como cada año reúne a cientos de miles de moteros en el corazón de los Estados Unidos. La masiva afluencia de público estuvo protagonizada como de costumbre por una presencia mayoritaria de moteros montando sobre sus Harley-Davidson.
El New York Times acudió al evento, entrevistando a varios asistentes y publicando el sábado un artículo en el que se recogieron testimonios de motoristas que se sentían agraviados con Harley-Davidson por llevarse parte de la producción a Europa.
"Son motos hechas en américa y por eso las montamos", aseveró Rally Rathbun (67 años) al NYT. Este hombre sería el prototipo de harlista americano fiel, con una poblada barba, un cuchillo en el cinturón, una pistola Ruger en una alforja y una botella de Jack Daniel's en la otra.
La reacción del equipo de Trump fue casi inmediata, recogiendo el testigo e invitando a unos cientos de motoristas a visitarle en su residencia vacacional de Bedminster al día siguiente, el domingo. No, como puedes imaginar, no fue una casualidad que el Presidente se rodease de harlistas el mismo día que se clausuraba el Sturgis Motorcycle Rally para ahondar en las reclamaciones de los motoristas.
Dentro de su reunión motera en la que todos eran votantes y partidarios de Trump (por supuesto), recabó algunas preocupaciones de éstos. Según Trump, le transmitieron una creciente preocupación acerca de las decisiones poco patrióticas de Harley-Davidson, viendo como una traición que H-D haya decidido deslocalizar su producción europea para evitar los sobrecostes arancelarios.
Trump recogió sus pesares no sin hacer oídos sordos también a que muchos de los asistentes estaban ciertamente consternados por el excesivo uso de piezas extranjeras en las que deberían ser motos genuinamente americanas.
Según el Presidente de los Estados Unidos apuntó en un tuit, los moteros pro-Trump le habrían trasladado su intención de comenzar un boicot contra Harley-Davidson, calificando de "genial" la iniciativa y y de "realmente malo" el movimiento de Harley-Davidson, asegurando que sus competidores y muchas otras compañías se están posicionado de su lado (el de Trump).
Esta maniobra mediática de Donald Trump es sólo una nota más dentro de la sinfonía orquestada por sí mismo. Una represalia a las decisiones estratégicas necesarias que Harley-Davidson ha tomado como respuesta a la guerra comercial desatada por el rubio que habita en la Casa Blanca y a unos resultados de ventas con caídas recurrentes en los últimos años.
Los aranceles a los metales importados a EE.UU. (25% al acero y 10% al aluminio) han provocado la imposición de aranceles por parte de Europa a determinados productos americanos por valor de 3.200 millones de dólares al año. Según Harley-Davidson el sobrecoste de fabricación por los metales sería de entre 90 y 100 millones de dólares al año, a lo que habría que sumar un 31% de aranceles a sus motos vendidas en Europa (unos 2.000 euros por unidad).
El mercado europeo supone un 16% de las ventas de la firma americana. Quizá no sea una porción demasiado relevante, pero sí es su mercado exterior más grande. Además, la nueva estrategia de Harley-Davidson que incluye una moto trail (Pan America), una streetfighter de menos de 1.000 cc y varias motos eléctricas necesita de la comprensión del mercado europeo, mucho más maduro y más propenso a recibir con los brazos abiertos un cambio que al menos a este lado del charco se le venía exigiendo a los de Milwaukee desde hace tiempo.
Ahondando en el problema más local, la situación de Harley-Davidson es más complicada de lo que parece. Trump se ha erigido como un líder tremendamente popular en algunos sectores de la población, y el de los harlistas es en un gran porcentaje próximo al actual presidente. El riesgo de perder clientes en el mercado local, que además es el mercado más importante para la marca, es real.
Las iniciativas y opiniones que lance Trump serán acogidas de buen grado por un público fiel a su líder y que se siente traicionado por la que durante toda su vida ha sido su marca. Precisamente por eso es especialmente peligroso que Trump sea favorable a un boicot a una compañía estadounidense, además de ser poco ético.
Harley-Davidson lo está haciendo bien, ha cambiado el rumbo de su estrategia de producto buscando evolucionar como marca y adaptarse a los tiempos. No es fácil para una compañía fundada en 1903 y que se hizo una bandera con la fidelidad a su estilo original, pero lo está intentando. Veremos si su propio gobierno y sus clientes tradicionales les dejan llegar a buen puerto.