Hay ideas locas, y locos con ideas. Cuando se juntan las dos, salen inventos revolucionarios y la altura de auténticas leyendas de la historia. Como Dolmette. No es una persona, es una moto, y tiene nombre propio porque tiene más cuento que Calleja.
¿Por qué destaca? Porque es una moto muy laga, larguísima. Tanto como un día sin pan. Y aparte de ser muy incómoda y poco funcional, su otro atractivo es que está hecha con motores de motosierra... 24 cilindros de motosierras dieron forma a Dolmette. Y hoy en día es una joya de la ingeniería.
Del boceto a la realidad: una empresa de motosierras cumplió su sueño
Rötger Feldmann era un frikazo de las motos, y del dibujo. Como es habitual, la moto se puede combinar con muchos otros hobbies, y el dibujo era uno de ellos. Este dibujante tenía gran pasión por imprimir sus ideas en papel, con caricaturescas ideas inspiradas en la ITV alemana (que allí se llama TÜV).
Porque sí, la ITV no solo tiene fama de ser estricta en España. En Alemania también, incluso más. Fruto de esas prohibiciones y estrictez alemana administrativa, nació Werner. Un personajillo famoso al que le hicieron hasta películas.
El caso es que acabó creando la Dolmette para él. Aunque más bien lo acabaron haciendo otros ¿Y por qué destacaba? Porque era de ciencia ficción... Y un día la ciencia ficción se acabó convirtiendo en realidad. Destacaba por su sistema de propulsión innecesariamente complicado: motores de motosierra.
Así que buscó un padrino para sacarla adelante. El alemán consiguió convencer a una empresa de motosierras llamada Dolmar, para que construyese la moto. De ahí su nombre, adaptado, Dolmette. Pues la moto acabó tomando forma con sus 24 motores de motosierra, es decir, 24 cilindros en total.
Con semejante maquinaria bajo el asiento, la moto era capaz de generar la friolera de 170 CV de fuerza. Para 2024 no era una cifra nada impotente; al contrario. Daba más potencia que cualquier moto de su época. Y hoy en día sigue siendo considerada como un monstruo del par motor porque generaba 295 Nm.
¿Lo curioso? Que no existe ningún botón de arranque. Hay que ir arrancando los motores uno a uno, individualmente y a mano. Práctica no es, pero icónica, un rato. Ahora sobrevive a su buena fortuna como joya en algunas exposiciones a lo largo y ancho de Europa. Y en vez de cortar amdera, corta miradas.