Quería compartir con vosotros algo que me pasa desde hace unas cuantas temporadas, digamos unos 5 o 6 años. Para contar eso tengo que decir que cuando empecé a seguir el mundial era la época de gloria de las categorías inferiores, de hecho vi ganar el título de 80 cc al pequeño gran Champi, vi ganar su primer título a Álex Crivillé y me convertí en admirador suyo in eternum, “yo era de Sito” frente a los que “eran de Garriga” (pero no había odio en ello) y la categoría de 500 cc era algo para americanos y australianos. Si esto fuese una serie de la tele la estaríais viendo con una voz en off y las imágenes originales ahora mismo.
Para mi, que era un chaval, que un piloto español ganase algo en un mundial era una pasada, y mis pilotos favoritos en aquélla época lo eran incuestionablemente, y hasta el final. También pensaba en que el esfuerzo necesario para llegar a la cumbre era casi sobrehumano, porque no eran tantos los pilotos que llegaban, y eran menos aún los pilotos que conseguían saborear las victorias. Y creo que no falto a la verdad si digo que nunca llegué a pensar, de ningún piloto ya fuese nacional o extranjero, “qué fácil lo tienes, hasta un mono lo haría igual“. Nunca, ni ahora lo pienso.
La cuestión es que, teniendo presente eso que os he confesado arriba, de un tiempo a esta parte estoy viviendo una situación de hastío, de pocas sensaciones en aquél sentido. Veo las carreras y es raro que sienta la emoción de no saber qué va a pasar en la siguiente curva. Recuerdo perfectamente que cuando Álex Crivillé disputaba las carreras con Michael Doohan, muchas veces lo pasé mal “por si se caía” en alguna curva. Me transmitían sensación de velocidad, de ir al límite, y claro que sufría, y mucho.
Hoy seguramente las motos rueden más rápido que nunca, pero transmiten la sensación (por la tele, ojo) de que permiten a los pilotos llegar fácilmente al límite. Incluso parece que el límite es más ancho que nunca, como si comparo el límite en los 90 con un tablón de madera sobre el que puedes rodar pero es fácil salirte, y el límite hoy fuese una plancha de madera del ancho de una puerta. Seguro que no es así, insisto, pero solo comento la sensación que me transmiten hoy las carreras a través de la televisión.
Incluso en Moto2, emocionándome con la progresión de Marc Márquez, se me ha pasado el subidón inicial de 2010, cuando la categoría era nueva y las carreras eran emocionantísimas, para mi. Ya no lo son más allá de comprobar si Márquez puede conseguir la proeza este año, o de ver cuántas carreras puede ganar esta temporada. Por eso me motivé para escribir este post, porque no creo que los pilotos hayan cambiado, pero sí que ha cambiado el motociclismo.
Lesiones siempre ha habido, y es cierto que muchas lamentablemente graves. Riesgo siempre hay, mucho más en las MotoGP (cualquier categoría) que en la Formula 1. Y además, lo lógico es que el deporte sea progresivamente más seguro, eso no creo que haya nadie que lo ponga en duda. Pero la emoción que se transmitía antes en las carreras, ¿por qué no la siento ya? ¿Tiene que ver con que antes los españoles no habíamos logrado éxitos en 500cc (ahora MotoGP) y nos emocionábamos con la conquista? No lo creo. Pregunto entonces, ¿por qué va cambiando mi opinión sobre los pilotos del mundial?